En compasión


Puede aparecer una imagen mental de otro ser,
de otro ser menos afortunado.
Muchos intentos se han hecho para retratar esto mismo,
pero no somos ese ser.

Durante la historia hemos escrito de glorias, de penas, de alegrías,
de ciertas armonías.
Pero nosotros, quienes habitamos otros reinos, vivimos de formas que nos permiten ignorar lo ajeno.

Los afortunados vivimos muchas veces envueltos en nuestras propias historias.
Muchas veces no recordamos que puede ponerse peor.
O tal vez miramos nuestra separación aparente
como una justificación del egoísmo.

Así, durante cientos de miles de años,
los seres humanos hemos cometido innumerables actos de crueldad.
Así hemos ignorado incontables experiencias ajenas.

Pero a veces, en nuestras mentes,
se abre un espacio para la consideración del otro.
Tal vez empezando con las personas cercanas a nosotros,
pero muchas veces expandiéndonos más y más
hacia lo que tal vez no sea tan familiar.

Qué cosa tan bella es esa: la compasión humana.
A veces la vemos en la medicina apropiada, en la veterinaria;
a veces en una meditación,
a veces en una actitud o una conversación,
a veces en una iniciativa o una religión.

Qué bella es cuando nos sobrepasa,
cuando verdadera y profundamente nos mueve,
cuando no tiene límites.

Qué bella es cuando logra cambiar los pareceres,
cuando escucha a la ciencia y a la lógica.

Y cuando escucha a la ciencia y a la lógica,
entonces nota tremendas magnitudes,
el verdadero tamaño de lo éticamente valioso.

El imaginar una piedra en contra de todo el Himalaya.

Deja un comentario

¿Es este tu nuevo sitio? Accede para activar las funciones de administrador y cerrar este mensaje
Iniciar sesión