
Hoy voy a hablar de qué es el valor y de qué es valioso.
La vida darwiniana en la tierra tiende en muchos casos a ser un proceso muy cruel, donde existen grandes cantidades de sufrimiento.
¿Qué se siente ser diferentes animales?
Seguramente el león pensará en qué comer.
¿Se sentirá libertad al volar como un ave?
Las ballenas seguramente viven en un mundo construido en base a su ecolocalización.
Algunos animales viven aterrorizados escapando, otros están sufriendo intensamente.
Los seres humanos compartimos mucho con otros animales y a la vez tenemos un lado intelectual y racional.

Todos los animales tenemos tendencias o fijaciones y estas nos mueven.
Pero existen contradicciones entre lo que diferentes animales consideramos valioso, diferentes “observadores” “observan” (notar las comillas, dejadas ahí para dejar un cuestionamiento sobre qué son los observadores) la misma situación de diferentes maneras. Entonces…
…¿Existe algo realmente valioso?
Desde la perspectiva del animal agonizante, su sufrimiento es verdadera e intensamente horrible, independiente de lo que cualquier otro ser pueda pensar, de la misma manera, el éxtasis profundo de un jhana es real.
De una manera se puede argumentar que todo el sufrimiento del universo es en realidad, «nuestro» (¿o es el nuestro «suyo»? ¿Hay realmente un yo?)
La física nos ha enseñado a ver la(s) «cosa(s)» como campo(s).

¿Y qué es el valor en estas experiencias?
Hemos tratado de entender la naturaleza del placer y del dolor de muchas maneras, la hemos relacionado, por ejemplo, con la activación de diferentes áreas del cerebro, el área tegmental ventral para el placer y el giro cingulado para el dolor son algunas de las que hemos encontrado.
Se ha notado que cuando experimentamos cosas que inducen sensaciones de bienestar o malestar, se activan estas áreas.
En el síndrome de Geshwind, un tipo de epilepsia de lóbulo temporal, las personas tienen experiencias extremadamente profundas y hermosas, que tienden a conducir a la hipergrafía, la hiperreligiosidad y a experiencias espirituales profundas. Todo esto explicado por una actividad neuronal anormal que se tiende a atribuir a otras causas.
Para entender el mundo de una manera adecuada, una de las ideas más relevantes es la del realismo indirecto de la percepción, aquello que experimentamos no es directamente el mundo externo (cf. realismo directo) sino una representación o simulación dentro de nuestras cabezas, una especie de diorama, basado en este mismo. Para hacernos una imagen de este concepto, podemos imaginar una especie de burbuja hecha de qualia que toma la forma de un mundo (aquí hablo más en detalle sobre este concepto). También a nuestra experiencia se aplica el realismo indirecto de la valencia, las cosas que percibimos como valiosas no lo son directamente, sino que su representación tiene una valencia.
Así nuestras representaciones tienen apariencias que no necesariamente reflejan el mundo externo. Por eso podríamos decir, los budistas hablan de una existencia cíclica en reinos de fijaciones, que forman una aparencia ficticia de la realidad desde su interior y por eso una de las tres marcas de la existencia según ellos es la insatisfactoriedad.

Cada experiencia tiene una determinada valencia, existe la valencia positiva, como la alegría, la negativa como la que tiene el dolor, está la mezclada, podemos sentir valencia positiva y negativa a la vez, o existe la neutral.
La valencia es interpretada usualmente de maneras diferentes a «esto es valencia» por nuestra experiencia. Aunque lo que está sucediendo en realidad es que hay representaciones, las cuales tienen diferentes valencias, se suele pensar que lo que activa diferentes estados de valencia es directamente bueno o malo.
La idea del estructuralismo de la valencia, propone que lo que determina esta misma en cada experiencia es su estructura.
Si nos fijamos, podemos relacionar la estructura de diferentes sensaciones con qué tan bien o mal se sienten, cualquiera que sea su contenido y forma. Las sensaciones placenteras tienden a tener un flujo ininterrumpido y simétrico, mientras que las desagradables, tienen operaciones de rompimiento de la simetría, como reflexiones y torceduras.
Así de la mano del estructuralismo de la valencia, viene la teoría de la simetría de la valencia, las simetrías están detrás de muchas cosas en la física y está de acuerdo con aquello que podemos experimentar que estas mismas estén detras de la valencia.

Hay 17 grupos del papel pintado.
Un buen ejemplo es el dolor corporal vs un masaje, pero se puede dar una argumentación más amplia, la teoría de la simetría de la valencia se puede explorar desde una gran cantidad de perspectivas, por ejemplo neurológicas y desde la física.

El verdadero valor está en la valencia.
Como mencionaba, aquello que percibimos como si fueran los objetos de nuestro interés no son directamente estos mismos sino una representación dentro de nuestras cabezas.
Lo que sentimos como el valor de estos mismos depende de la estructura de aquella representación.
Así para algún niño, un payaso se sentirá como una aproximación a la encarnación misma del mal mientras que un chocolate a estar hecho de partículas de delicia pura. Mientras que todo este valor sentido está en realidad codificado en su estructura
La valencia de estos objetos genera que tengamos intenciones frente a ellos, por eso los conocemos como objetos intencionales.

A veces se los conoce como los reinos de las fijaciones
El verdadero valor está en la valencia, podemos tener valor sin que este esté venga junto a objetos intencionales, existe, por ejemplo, una gran cantidad de estados de meditación donde esto sucede.
Por supuesto que mucho de lo que representamos como valioso es realmente necesario para vivir, para no sufrir y para tener aquellos hermosos estados de alta valencia, una muy gran parte de nuestra felicidad viene de tener una alimentación adecuada o de buenas relaciones sociales. Podemos encontrar formas nuevas de mirar este tipo de cosas.
Sin embargo hay objetos intencionales que prácticamente en consenso podemos ver como ilusorios, por ejemplo los de muchos estados de manía, o de psicosis. Si después analizamos con una epistemología apropiada muchas otras creencias humanas, vemos que tienen un estatus parecido.
Lo que tienen los objetos intencionales es una especie de tiranía sobre nuestras experiencias, que nos lleva a gastar, o deberíamos decir desperdiciar recursos en cosas que no son más que apariencias en nuestra pequeña representación del verdadero universo.
El (des)valor existe verdadera e independiente de «quien» lo experimente.
Más concorde a la realidad, está entender lo que existe como experiencias que hacen parte del campo universal (¿»quién» o «qué» somos?).

Si paramos de dejarnos llevar por estas apariencias…
las apariencias van muy lejos, dependiendo de la intensidad «del nivel de energía» en cada experiencia.
…y reconocemos que el bienestar está en la estructura, podemos encontrar una forma mucho más efectiva de mejorarlo.
Las apariencias tienden a hacer que nos aferremos a ellas y esto nos hace sufrir. Esto mismo puede ser entendido como una forma de expresar lo que se expresa en el camino a la liberación del sufrimiento budista.

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